¡Hoy, Día de la Vida Consagrada, cumplimos 152 años! Las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor conmemoramos el 152º aniversario de la fundación de nuestro Instituto de Vida Consagrada, ese momento en que Madre Antonia de Oviedo, en la Fiesta de la Presentación del Señor, toma el hábito de Oblata del Santísimo Redentor, dando inicio a la Congregación.
2 de febrero de 1870 fue la fecha exacta de la institución, según las crónicas históricas. “El Instituto de Oblatas del Santísimo Redentor ha sido fundado para que las religiosas que lo componen trabajen acogiendo e instruyendo [a las chicas], abriendo para ello asilos gratuitos donde se las recibe sin restricción alguna”.
Abrazando el gran testimonio de los fundadores, lo viven hoy en primera persona las hermanas Dilia López y Josefina Abad. La vocación Oblata vivida “desde la esperanza, la entrega a esta misión en esta realidad”, así lo describe Dilia desde la comunidad de Medellín (Colombia).
La religiosa colombiana atiende a las mujeres que llegan al Centro de Formación y Capacitación “La Esperanza”, en situación de prostitución y trata con fines de explotación sexual de nacionalidad colombiana y migrantes, principalmente llegadas de Venezuela, expuestas a la trata y violencia de género.
Una vocación “con gozo” es fundamental también para la hermana española Josefina Abad, oblata desde hace 37 años y miembro de la comunidad de Lisboa desde noviembre de 2019. “Vivo sintiéndome agradecida a Jesús, porque Él fue quien me eligió y me sigue llamando a formar parte de esta Congregación de Oblatas del Santísimo Redentor. Por lo que mi decisión y respuesta sigue siendo: ‘Si, Señor yo quiero seguirte…’”.
El proyecto de Lisboa-CAOMIO, es un centro de día, donde se ofrece apoyo y acompañamiento a mujeres en contexto de prostitución. En este proyecto se implica y participa la comunidad de Josefina, junto con ella integrada por dos oblatas, y siete trabajadores contratados.
A primera vista, puede parecer que la labor llevada a cabo por Dilia en Medellín o Josefina en Lisboa se basa en la gestión, coordinación y el apoyo a los proyectos, pero es mucho más que esto.
“Mi misión como Oblata la realizo desde un espíritu de Oblación y entrega, desde la acogida, la escucha y la misericordia, desde la posibilidad que hay en cada mujer, de cambiar su estilo de vida y algunos patrones de sus comportamientos, que tienen que ver con el hecho de sentirse respetadas, valoradas y queridas”, asegura la hermana colombiana.
Esto lo plasma en sus tareas diarias: Coordinando las actividades, participando en reuniones, encuentros y actividades con otras instituciones privadas y del gobierno, acompañando el trabajo de campo en las visitas a la zona de prostitución tanto de la calle como de bares, cantinas y hoteles, como las visitas a sus residencias…
También -y quizás lo primordial- acompañando el proceso formativo integral que se lleva con las mujeres, desde que llegan al centro, donde siguen un proceso de formación técnica profesional, las prácticas en las empresas, los pequeños emprendimientos que inician, la vinculación de algunas en un trabajo formal. “Dentro de este proceso encontramos deserción, estados depresivos y ansiosos, dificultad en el manejo adecuado en las relaciones interpersonales, adicciones, falta de sentido de vida, baja autoestima, falta de claridad en su proyecto de vida, dificultad en el control impulsos y trabajo en equipo, entre otros.
Todo lo anterior, quizá a causa de sus historias de vida atravesadas por el dolor y el sufrimiento donde no ha tenido lugar la escucha empática y el valor del Ser persona… lo cual les puede facilitar la posibilidad de sanar y ver un nuevo horizonte con matices diferentes que podría en la vida cobrar otro sentido”, explica Dilia.
De modo paralelo, Josefina desarrolla su tarea de Misión en tres espacios concretos: Trabajo de calle, dando a conocer los recursos a las mujeres en estos contextos (en horarios de mañana, tardes o noches), atención a las mujeres que llegan al centro desde la acogida y apoyo administrativo a la Trabajadora Social del Centro.
La oblata, instalada en Lisboa, asegura que su acompañamiento a las mujeres “no es desde una intervención tan profesional y directa, sino desde un espacio más relacional y cotidiano”. Josefina relata que estos dos años está viviendo una experiencia diferente y le gusta tener ese contacto directo con las mujeres: “comparto sus historias de vida, pero desde un segundo plano, lo que me supone un aprendizaje nuevo, rico y diverso”.
Publicado en Hermanas Oblatas – 02/02/2022