El día 1 de junio de 1864, Antonia María de Oviedo y Schönthal y el Padre José María Benito Serra inician juntos la nueva aventura: por voluntad y gracia de Dios, abren en Ciempozuelos (Madrid) la primera casa para acoger y dar esperanza a las mujeres.
Es un momento de especial significado para la Familia Oblata, pues este es el momento cumbre de la misión que Dios lleva a cabo mediante los fundadores: Antonia María y José María. Con el tiempo el proyecto se va consolidando y creciendo y en febrero de 1870, Antonia viste el hábito y da origen a la nueva familia religiosa de Oblatas del Santísimo Redentor.
En palabras de nuestra superiora general, el 1 de junio celebramos “una escucha atenta, a la realidad y a Dios”, entendiendo que “es una misma escucha porque es Dios quien les habla desde la vida dolida y sufriente de las mujeres”.
Así, con este aniversario festejamos “una puerta abierta”, primero la de sus corazones y su voluntad, que se hace puerta abierta en una pequeña y sencilla casa en el pueblo de Ciempozuelos. Pequeña en espacio, pero grande y desbordante en acogida, justicia hecha ternura, solidaridad e igualdad… Y la puerta se abre también en la vida de cada una de las mujeres que entran por ella, al experimentar la mesa del Reino, primavera de luz, sol que calienta y fortalece la vida escondida bajo sus rostros dañados y lleva a apostar por ella, por esta vida en plenitud.
Conmemoramos por tanto “una fidelidad sólida, audaz y sostenida en el tiempo”, explica Lourdes Perramón. La fidelidad de quienes han dado vida y rostro humano a la Congregación de Oblatas del Santísimo Redentor, heredera y garante del carisma inicial, continuadora de los pasos de Antonia y Serra, proyección creativa y actualizada de su sueño vivido hoy en Misión Compartida. Pero sobre todo celebrar la fidelidad de Dios, acompañando, orientando y reconduciendo los pasos congregacionales cuando ha sido necesario.
Celebramos “Una fecundidad hecha realidad en las vidas de las mujeres que han pasado por tantas casas abiertas, en los diferentes países donde se ha extendido el carisma; y una fecundidad en las vidas de hermanas, marías y laicado que han sido y son tierra fértil, germen de resurrección y afirmación de vida en medio de un mundo demasiado lleno de situaciones de muerte”.
Y, finalmente, anima la superiora: “¡Celebremos un regalo, el que hemos recibido cada uno y cada una de nosotras porque “nos ha tocado en suerte” este carisma que nos hace plenos y podemos formar parte de esta familia que nos da identidad y nuestro ser!”.
Por todo ello, por sabernos y sentirnos sucesores de Antonia y Serra, es que nos encontramos hoy, vivimos esta invitación y vinculación y podemos sentirnos protagonistas de esta fiesta, de este aniversario, de esta convocación. ¡Felicidades a toda la Familia Oblata!