Antonia Maria de Oviedo Schönthal

Es en la ciudad de Lausanne (Suiza) que viven las hermanas Susana, Sofía y Anita Schonthal, que a ejemplo de su madre, ofrecen hospitalidad a personas que la solicitan. El año de 1812 Antonio de Oviedo, un joven español, es acogido por ellas cuando, después de muchos problemas y aventurar, consigue llegar a Suiza, huyendo de la revolución contra Napoleón.

De la acogida surge el amor y Antonio de Oviedo, de la ciudad de Sevilla y Susana Schonthal de Lausanne se casan a 28 de julio de 1819. El nacimiento de Antonia María el día 16 de marzo de 1822 en Lausanne, llena de alegría el hogar del joven casal y es bautizada con pocos días de vida en la capilla de San Esteban de culto católico. Recibe los nombres de Antonia María Victoria Juana.

Con 13 años recibe la Primera Eucaristía en la Iglesia de la Asunción de Lausanne. Es un día significativo, pero también de dolor, por la ausencia del padre. Antonio había emigrado para Inglaterra para conseguir recursos a la subsistencia familiar y, después de una larga enfermedad, asistido y acompañado por Doña Susana, fallece en aquel país día 21 de junio de 1835.

La influencia de Susana, mujer de gran sensibilidad, amplia cultura y profunda fe, es decisiva en la educación y vivencia religiosa de Antonia. Ella recibe en su infancia y juventud una sólida preparación marcada por la historia, cultura y geografía de Suiza, su pequeño y amado país, que va dejar una marca profunda en los trazos de su personalidad.

Antonia va creciendo sobre la mirada amorosa y atenta de su madre, formándose también en un pensionado de Friburgo, donde es elogiada por la riqueza de la lengua, sus conocimientos y por el comportamiento irreprensible.

Estas son habilidades desarrolladas a lo largo de su vida y puestas al servicio de su papel de educadora, tanto en el Palacio como entre mujeres que, al abandonar la prostitución, desarrollan todo su potencial. Un encuentro con mujeres definirá el resto de su vida y, inesperadamente, la llevará a fundar la Congregación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, junto con el Padre Serra. Su vida es leída por las personas que la conocieron y continúan descubriéndola hoy, como una referencia evangélica y venerable.

EDUCADORA

A los 16 años, los Marqueses de la Romana, le confían la educación de su hija Rosalía de Castro de 10 años, que más tarde, será Duquesa de Medina Sidonia. Durante dos años donde Antonia comienza esa experiencia de trabajo, vive entre Ginebra, Milán y Florencia.

Al volver a Friburgo y delante de la economía precaria de la familia, ella decide abrir una escuela para jóvenes, donde reciben una excelente formación. Después de seis años, se ve obligada a cerrarla, pues en contexto de guerra, las familias empiezan a retirar las hijas.

En ese tiempo, el nombre de Antonia resuena allá de las fronteras suizas y recibe un ofrecimiento de trabajo del embajador de España en Berna, que solicita sus servicios como educadora de las tres hijas de la Reina María Cristina de Borbón de su matrimonio con Fernando Muñoz, duque de Riánsares.

En enero de 1848 viaja para Madrid y durante doce años, vive con la familia real, dedicada al trabajo educativo de las infantas: Amparo, Milagros y Cristina. Son 12 años como institutriz donde revela su equipaje cultural, magnífica formación, sensibilidad especial para el arte, la música, la literatura, los idiomas y revelando una madurez personal u una sólida fe.

Cuando a última de sus alumnas, Cristina Muñoz y Borbón casó, ella fija su residencia en Roma, donde permanece dos años. Su actividad y dedicación están marcadas por el espíritu y compromiso misionero. Es la vice presidenta de la obra apostólica, fundada por el Padre Serra en apoyo a las misiones extranjeras.

Antonia es una mujer que ha experimentado el amor con gran intensidad, recibiendo propuestas de matrimonio. Pero ella es libre de decidir su futuro y se vuelve más fuerte, el deseo de pertenecer al Dios que tanto ama.

FUNDADORA

El mes de marzo de 1863 llega a Madrid y vive en la casa de sus tíos. Aquí se encuentra nuevamente con el Obispo de Daulia que, en la primavera de 1864, le presenta un sueño insospechado al lado de las mujeres que procuran alternativas para la prostitución.

Ella siente repugnancia y expresa su resistencia delante de un proyecto que no es apropiado para ninguno de los dos. Pero su fe, sensibilidad y espíritu de busca, la llevan a madurar la propuesta. Percibe el susurro de Dios que siempre le habla para descalzarse de miedos y resistencias. Antonia sale a la calle y oyendo a las mujeres que dicen: “No tengo nadie en el mundo”, reza, discierne y, finalmente, visita la imagen de la Virgen del Buen Consejo en la Catedral de San Isidoro, donde decididamente acoge y se compromete con el proyecto.

Años más tarde así se expresa: “yo estaba entonces como los trabajadores del Evangelio, esperando que fuesen enviados a la viña del Señor. Pero esa viña no era la que tendría escogido; con todo, la gracia triunfó sobre la repugnancia de la naturaleza y me entregué con toda el alma a la obra proyectada”.

El día 1º de junio de 1864 en Ciempozuelos (Madrid) ella, junto con Padre Serra, comienza la nueva aventura, abriendo la primera casa como espacio de acogida y esperanza para las mujeres.

Descubre, cada vez con más intensidad, el llamado de Dios, para esta obra y dedica a ella todos sus recursos. Con el tiempo, el proyecto se va consolidando y creciendo y en febrero de 1870 viste el hábito de la nueva familia religiosa de Oblatas del Santísimo Redentor. Escoge el nombre de Antonia María de la Misericordia, expresión del carisma naciente que le lleva a expresar delante de la realidad de las mujeres: “Quiero que vean en ellas la imagen del Redentor”.

Durante 34 años, Antonia recorre con la mujer en situación de prostitución, un camino de evangelización liberadora y se siente tan identificada con su llamado que expresa: “Estoy feliz, tan segura que Dios me llamó para este trabajo, tan tranquila en mi vocación, que mi único deseo es ser fiel”.

VENERABLE

El día 28 de febrero de 1898, Antonia María de la Misericordia muere en Ciempozuelos (Madrid).

Se ofrece en oblación todas al Padre con 75 años de edad, después de haber vivido plenamente el misterio de la Misericordia y haber sido un lugar de encuentro con la Vida para muchas mujeres que se abrieron a la esperanza.

La fama de santidad que acompañó a Antonia mientras vivía después de su muerte comienza a extenderse y extenderse a través de las gracias y los favores que Dios otorga a través de su intercesión.

La Iglesia reconoce a Antonia como Venerable el 7 de julio de 1962 y continúa confiando en ella como intercesora. En La Capilla Virtual Puedes orar con ella y encender una vela por tu intención.