Antonia María de la Misericordia “hizo época” en la historia de la Iglesia y del mundo, al ser portadora de una misión divina que le permitió hacer presente a Jesucristo en su propia vida. Fue testigo de la Misericordia de Dios, quien la invitó a ser su colaboradora. Su respuesta generosa la llevó a una entrega total, hasta las últimas consecuencias.

Para Madre Antonia, vivir conforme al espíritu de fe significaba estar convencida y ser convincente: aquello que creemos con el corazón y confesamos con los labios debía manifestarse en la vida cotidiana con prontitud, perseverancia y profunda alegría. Así lo confirman los testimonios recogidos en el proceso hacia su beatificación.

Este proceso se inició con el reconocimiento eclesial de sus virtudes y requiere tanto la fama de santidad —en vida, en el momento de su muerte y a lo largo del tiempo— como la fama de favores, gracias o milagros concedidos por Dios por su intercesión.

Actualmente, para atribuir un milagro a la intercesión de Madre Antonia de la Misericordia, no basta con examinar el carácter extraordinario del hecho. Es necesario también establecer un nexo claro entre la invocación dirigida a ella y el acontecimiento milagroso. Por ello, es fundamental que dicha invocación haya sido explícita, hecha antes del hecho considerado milagroso y dirigida principalmente a Madre Antonia, sin confundirla con otras posibles invocaciones.

La etapa de beatificación, por tanto, no es solo un proceso canónico; tiene una profunda dimensión pastoral y espiritual. Contribuye al camino de la Iglesia en la vivencia de la fe, la promoción de la devoción, la invocación de gracias y milagros, y la acogida del testimonio de santidad.

Madre Antonia podrá ser declarada beata tras el reconocimiento de la heroicidad de sus virtudes y la comprobación de un milagro atribuido a su intercesión.

Os invito a seguir su causa en Instagram y Facebook, a difundir su vida santa y a invocar su intercesión para pedir un milagro o gracia a Dios. Si así fuera, os animo a comunicarlo a:
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Marisa Cotolí Suárez
Vicepostuladora – Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor