Un grupo de mujeres (coordinadoras del Grupo Juvenil Santísimo Redentor) nos reunimos en la casa de las hermanas Oblatas en Rosario, 3 de agosto, para iniciar un retiro, un encuentro de almas con un único objetivo: sumar y vivir técnicas y ejercicios de oración para poder ser más idóneas con la gracia de Dios frente a los jóvenes del grupo juvenil que coordinamos.

El trinomio conformado por el Padre Fernando, la Hermana Priscila y el Espíritu Santo se encargaron de todos los detalles del encuentro.

La Hermana Priscilla nos recibió a cada una con su sonrisa y hospitalidad característica haciéndonos sentir parte de su familia; había puesto su toque de mujer en la creatividad de los detalles: una réplica pequeña del pozo de Ciempozuelos con la imagen de Madre Antonia que nos miraba desde su fotografía sonriente; una vela encendida para iluminar el momento espiritual, y los souvenires como recuerdos del encuentro.  Hospitalaria cordialidad en el recibimiento con un desayuno muy rico y abundante. 

El Padre Fernando  Cicarelli puso su voz y su guitarra para sumergirnos en el tema que nos animaría durante el encuentro. Un sacerdote muy preparado, que nos dirigiría con su palabra en el taller de oración.

El Espíritu Santo se hizo presente en cada momento del encuentro, soplando su benignidad y mansedumbre sobre cada uno de los que participábamos, haciéndonos sentir que Jesús nos hablaba y permitiéndonos en la medida de cada una dar una respuesta.

Comenzamos  la Lectio Divina, con el relato bíblico del encuentro de Jesús con la samaritana (Jn 4,1-30)  fue el pilar que utilizaron los organizadores para sumergirnos en el taller de oración, y a partir de allí nos introdujeron en un torbellino resumido de métodos y ejercicios basados en los talleres ignacianos, en las vivencias de Santa Teresita del Niño Jesús y las prácticas del Padre Alberto Padilla.  

Leímos varias veces el texto bíblico, ubicándonos en contexto y poniéndonos en  el lugar desde el punto de vista de la samaritana, de Jesús o hasta de algún objeto (como el pozo o el balde). Pasamos a la meditación de la lectura: ¿qué dice? ¿Qué me dice? ¿Qué le respondo? ¿Le respondo desde la desolación o la consolación? ¿Pongo en juego en esa respuesta el entendimiento, el sentimiento y/o la voluntad? Finalmente escribimos individualmente nuestra carta a Jesús con el compromiso asumido que el Espíritu Santo nos susurraba en la intimidad.

Leímos, meditamos, aprendimos, oramos, analizamos, escuchamos, nos abrazamos y hasta reímos y lloramos ya que todo estaba permitido en ese momento de comunión. La experiencia fue tan enriquecedora que el tiempo voló y el alma se llenó de gozo. Gracias a quienes hicieron posible que nos acercáramos a vivenciar la oración desde otras experiencias. Gracias enormes a quienes con tanto cariño nos recibieron en su casa y nos atendieron como reyes: gracias Hermana Mirta por la generosidad de compartir tu tiempo cocinando y amenizando con tu charla el almuerzo. Todo lo sentimos como un mimo al alma. Que se repita.